
La tradición cristiana ha expresado el misterio del nacimiento de Dios con diferentes imágenes. Este ejercicio podría ayudarnos a percibir en nosotros algo del misterio del nacimiento de Dios.
Siéntate cómodamente en tu habitación, no hagas nada, no leas ni escribas, ni medites. Intenta tan sólo estar allí, disfrutar de estar allí, presente ante Dios, también presente. Intenta percibir la paz que te rodea. Imagínate que la presencia de Dios te envuelve. Permanece sentado en su presencia. Distiéndete ante Él, no te obligues a hablar. Escucha dentro de ti: intenta descubrir en ti el lugar en el que reina el silencio, en el que no ingresan pensamientos ni sentimientos, en el que nadie tiene acceso, ni tus problemas, ni tus miedos, ni tus prójimos, sólo Dios. Déjate llevar y disfruta de estar a solas con tu Dios. Dios te libera de ti mismo, de tus pensamientos, de las exigencias que te plantea tu superyó, de las expectativas y de las demandas de las personas.
Puedes imaginarte este lugar del silencio que hay en ti con diferentes imágenes: Dios está en ti como fuente de agua viva que aclara las aguas turbias de tus sentimientos y estados anímicos negativos. Jesús dijo de quien crea: “De su seno correrán ríos de agua viva. Esto lo decía refiriéndose al Espíritu que iban a recibir los que creyeran en él” (Jn 7,38)
Cuando escuchas dentro de ti, te topas, primero, con muchos escombros y desechos, te topas con la basura de tus problemas no resueltos. Y te sientes apartado de la fuente de vida que hay en ti. Puedes imaginarte que al exhalar atraviesas esta capa de escombros y llegas a la fuente de agua viva que fluye en ti. Al inhalar, dejas fluir esta agua fresca y cristalina por tu cuerpo para sacar de allí todo lo turbio y polvoriento y para sentirte nuevamente refrescado y vivo.
A. G.