Transfiguración

Dios está con toda su gloria en ti. Puedes meditar la imagen de la transfiguración de Cristo. En Cristo, se rompe lo concreto y todo se transfigura. La transfiguración es “dar paso a lo concreto atravesando lo pasajero, a lo vital atravesando las sombras, a lo amado atravesando lo no amado y a la llegada de lo largamente esperado”. “Y cualquiera sabe que son solamente las miradas de amor las que poseen la fuerza de la transfiguración. Sólo al que no ama y nunca amó no le ha acaecido jamás la transfiguración”.

La gloria de Dios, que resplandece y baña todo con su luz en la transfiguración, está en ti. Henry Nouwen cuenta que el abad Juan Eudes le había dado una frase para meditar: Eres la gloria de Dios. Intenta repetírtelo a ti mismo. La gloria de Dios está en ti para embellecer e iluminar todo lo que hay en ti. También se refiere a ti lo que Pablo dice de todos nosotros: “A los que llamó, justificó, a ellos les da su sí. Sobre ellos brilla su luz, los santifica y los embellece”.

Dios es el fuego que hace arder tu zarza sin que se queme. La zarza es algo que menospreciamos. Crece en medio del desierto, seco, espinoso algo que provoca rechazo. Quizás, tu zarza sea tu propia vulnerabilidad, la soledad, los caprichos, el descontento interno. En medio de las espinas de tu cotidianidad, arde el fuego de Dios. Dios ilumina y embellece toda tu zarza. Pero tu zarza no se quema. Sigue siendo espinosa y marchita. Tu cotidianidad sigue siendo tu cotidianidad. Pero cuando te sacas tus zapatos y dejas todo lo que te retiene, puedes reconocer en medio de tu cotidianidad el fuego del amor de Dios. Todo lo yermo y lo muerto que hay en ti puede convertirse, gracias a la presencia de Dios en ti, en el combustible que hace arder el fuego de Dios.

Tanto la Biblia como la tradición cristiana buscan mostrarnos constantemente nuevas imágenes de lo que es el misterio del nacimiento de Dios en nosotros.

A. G.