El misticismo como despertar

El misticismo no consiste tanto en visiones y experiencias extraordinarias. El misticismo es, más bien, ser uno con la realidad, con mi propia realidad, es sumergirse en el propio cuerpo y en los abismos de mi alma, es entrar en contacto con mi esencia más íntima, con mi sí mismo. De Mello llama “despertar” a esta forma de misticismo, tener conciencia, despertar del sueño y entrar en contacto con la realidad propiamente dicha. Cuando me conecto con la realidad propiamente dicha, me libero de todas las ilusiones que me hice de mi vida, me libero de las dependencias que me determinan. Puedo borrar del programa muchos de mis teatros de personalidad y puedo entregarme a la obra de Dios, en la cual puedo representar el papel de la auténtica vida, de la libertad, del amor; mi auténtico papel, el papel que Dios pensó especialmente para mí.

Este misticismo es un misticismo sereno y sobrio. No presenta experiencias emocionales especiales. Su experiencia concreta es la de ser íntegro, de ser auténtico, de ser libre y la de un amor que traspasa cada fibra del cuerpo y del alma. Es un misticismo terrenal que se entrega al mundo y le da forma, que también es, en el buen sentido, político. El misticismo es fidelidad a la vida, fidelidad a la realidad, es entregarse al Dios que viene a mi encuentro en mi trabajo, en mi vida cotidiana, en el mundo.
A. G.