Espiritualidad creadora

 

Lamentablemente, muchos conventos benedictinos no entendieron a lo que san Benito se refería con su “espiritualidad creadora”. Hicieron de ella una espiritualidad asceta, poniendo el acento en el trabajo. Se piensa que no es el talento individual lo importante, sino solamente los trabajos dentro del convento. Y todos los trabajos deben ser realizados, justamente, por hermanos o hermanas, sin importar el talento que tengan. De esta manera se menoscaba sustancialmente la vitalidad de una comunidad.
Cuando los hermanos y hermanas no sienten placer en su trabajo, puede fluir hacia el trabajo, se sienten bloqueados y se va muriendo algo dentro de ellos. Crece el descontento y se crea un clima de agresividad, porque la agresión no puede vivir creativamente.
Muchas veces, todo esto se expresa a través de enfermedades. Como ya no puede fluir la energía hacia fuera, le devuelve el golpe a uno mismo y uno termina por enfermarse. Luego se arguye la pobreza, que se alega a favor de esta ideología. Pues así la vida se encarece más de lo que se encarecería si uno aportara su talento.

 

 

Evidentemente, no se trata de que cada uno tenga un hobby. El trabajo de cada uno debe encajar en el marco de la comunidad. Pero como este marco muchas veces es demasiado chico, se cercena la vitalidad. Cuando la energía creativa no fluye más, se hacinan los problemas interpersonales. Se enfría el clima de una comunidad. La energía creativa podrá expresarse solamente en observaciones cínicas o en la imaginación, según cómo cada uno pueda sortear este estrecho marco.

 

A. G.