En cuerpo y alma

¿Cómo debemos entender que seremos recibidos en el Cielo en cuerpo y alma? El cuerpo es inherente a la persona, a nuestra persona, a nuestra historia, a nuestra existencia. En el cuerpo, se reúnen todas nuestras experiencias a lo largo de nuestra vida. El cuerpo es el registro que guarda, en la memoria, nuestras alegrías y dolores, nuestros éxtasis y nuestras decepciones, nuestro amor y nuestro odio. Con el cuerpo, expresamos nuestros sentimientos. Amar significa también amar con el cuerpo. Y esto se refiere no solamente al momento culminante del amor humano en la unión sexual sino a todo acto de amor, que siempre es carnal, y a cada sentimiento de amor que se expresa con el cuerpo. Con el cuerpo podemos ser tiernos o duros. Con el cuerpo, experimentamos tristeza y alegría, dolor y placer. El cuerpo es el umbral hacia el prójimo. Debemos atravesar este umbral si queremos entablar una relación con otra persona. La comunidad pasa siempre por el cuerpo.

Si entramos en el Cielo en cuerpo y alma, quiere decir que todas nuestras experiencias que hemos hecho a lo largo de nuestra vida aquí en la Tierra, que todas nuestras relaciones, nuestro amor, nuestro anhelo, nuestra esperanza, serán aceptados por Dios y salvados eternamente. En la muerte, el alma no deja el cuerpo para estar eternamente junto con Dios, sino que la persona íntegra es aceptada en los brazos de Dios. La persona con su sensualidad llegará a Dios. La persona sigue viviendo la comunicación y es solidaria con los demás.

Por eso, la tradición habla de la comunidad de los santos. El Cielo no es la exhibición bienaventurada de Dios que todos gozamos, sino que es la fiesta de las personas que, juntas, alaban a Dios y celebran el banquete eterno.

Anselm Grün