
Dios puede actuar en mí en la enfermedad curándome y también indicándome la realidad concreta. ¿Qué conforma mi vida, qué le da valor, de qué depende finalmente? En la enfermedad experimento que lo real no es mi fuerza y mi salud, no es mi trabajo y tampoco la duración de mi vida, sino la transparencia para Dios. No depende de que pueda hacer mucho en mi vida, de lo fuerte que soy, de a cuántas personas ayudé… solamente me entrego y entrego también mi vida a Dios, me pongo a su disposición, me presento y dejo en sus manos lo que Él quiera hacer conmigo y en mí, durante el tiempo que Él quiera que transmita su palabra al mundo. Lo determinante es que seré transparente de Dios, de su amor y de su misericordia.
Si la luz de Dios brilla un poco a través de mí en este mundo y da claridad y calor, es suficiente. Entonces, ya no es tan importante si Dios brilla a través de mi salud o de mi enfermedad, de mi fuerza o de mi debilidad. Debemos dejar en sus manos cuánto tiempo y dónde quiere brillar Él con nuestra lámpara. Nuestra función es solamente limpiar la lámpara para que la luz de Dios pueda brillar a través de ella.
La luz de Dios puede brillar a través de un cuerpo enfermo, a veces con mayor intensidad que a través de un cuerpo sano. En la enfermedad, notamos que no depende de nosotros ni de nuestra fuerza, sino que depende del amor y de la luz de Dios que nos traspasa para hacerse patente, a través de nosotros, a las personas que nos rodean.
Anselm Grün