
«Un niño en la cuna, si se lo mira atentamente, tiene el infinito en los ojos.» Vincent Van Gogh
Pero… quién se atreve de verdad a mirar a los ojos a otro? Miramos sin ver; estamos tan defendidos de los demás que cuando un día DE VERDAD NOS MIRAMOS, el infinito del otro convoca a nuestro infinito, y desborda todo límite. Es una práctica que va conmigo donde vaya: le ha dado forma a mi espíritu.
Propongo, a quien quiera sumarse, un ejercicio: MIRAR DE VERDAD A LOS OJOS. De los niños, de los que nos rodean, de los que amamos, de los animales. TENER LOS OJOS POR VENTANAS Y ASOMARNOS A TRAVÉS DE ELLA. Ahora. Sostén tu atención viva, despierta, como cuando miramos un lugar que quizás no volvamos a ver: con hondura, con presencia. DONA TU MIRADA. Frente a frente o a través de una pantalla, con tapabocas o, si es posible, sin él. EJERCE UNA BUENA MIRADA.
Dejemos de leer estas palabras y tomemos un espejo; MIREMOS ESOS OJOS NUESTROS CON LOS QUE MIRAMOS, Y VEAMOS EL INFINITO PROPIO. Quédate así: en quietud, mirando a esa persona que eres. Hazlo con afecto, y más que eso: HAZLO CON GRATITUD. ¿Qué tienes para agradecerle hoy a quien te mira desde el espejo? ¿Qué has hecho por ti a lo largo de la vida que podrías agradecerte hondamente? ¿Qué haces hoy por quien hoy eres y por quien serás en el futuro? Eres tu propio ancestro de quien serás! DÓNATE TU MIRADA.
Miremos luego a alguien, DE VERDAD (esta noche, mañana, cada vez que nos veamos distraídos).
Virginia Gawel*
www.centrotranspersonal.com.ar