
Si tu carácter te supera y no sabes cómo manejarlo; si, con tus palabras y reacciones violentas, irónicas o agresivas, lastimas a los demás, entonces, no lo niegues pues no podrás ser transformado.
Habla sobre ello con Dios de manera clara y humilde. Pídele que te muestre el origen y las causas de esas reacciones. ¿Cuándo comenzaron? ¿De quiénes las aprendiste? ¿Qué has hecho para cambiar?
Luego clama a Dios, cada día, por su gracia sanadora. Hazlo una y otra vez, no te desanimes por los fracasos o los aparentes retrocesos. Acostúmbrate a disculparte y a pedir perdón a los demás.
Recuerda que, entre los apóstoles, había dos de ellos con un carácter tan fuerte que Jesús los llamó Boanerges (en arameo, “Hijos del trueno”, Marcos 3, 17), y, a pesar de esto, Dios logró transformarlos.
Ten ánimo, tanto tú como los demás verán que el cambio es posible.
No incites al pecador; podrías quemarte en sus llamas. No impacientes a un hombre de mal carácter: falsearía tus palabras y de allí sacaría pretexto. Eclesiástico 8, 10-11
Gustavo Jamut