La garza y la lagartija

 

Una lagartija se arrastraba en medio de los pastos, buscando su alimento.

Una garza, que se paseaba en el lugar con la misma finalidad, advirtió la cercanía de la lagartija y no pudo retener una exclamación de alegría.

-¡Ya te vi! Eres mi plato preferido.

La pobre lagartija, desesperada ante la amenaza de la muerte cercana, comenzó a correr zigzagueando atolondradamente.

-¡No importa lo que hagas! –le gritó la garza-. Con los pasos de mis patas largas te alcanzaré aunque pretendas huir. Por eso seguiré buscando mi alimento sin perderte de vista, y soñándote como mi postre.

La lagartija siguió corriendo desesperada y se topó con la sombra de una vaca, que estaba pasando.

-¡Auxilio! –exclamó la lagartija, sin levantar demasiado la voz.

Con el mismo tono de voz, calmo y bajo, le respondió la vaca:

-Si quieres que te ayude, córrete hasta mis patas traseras y ubícate debajo de mi cola.

La lagartija no demoró un instante en cumplir con la propuesta, esperanzada en el auxilio.

Pero su decepción fue terrible cuando empezó a sentir que caía sobre su cuerpo la bosta de la vaca.

-¡Ah! ¡Te escondiste! –exclamó la garza cuando dejó de verla-. Pero no importa, te buscaré y te encontraré.

En ese momento, la lagartija tomó conciencia de que había sido auxiliada y, que lo que le pareció una ofensa, fue una ayuda.

-¡Ya te encontraré! –seguía exclamando la garza, mientras caminaba lentamente y se acercaba ala bosta.

La lagartija no pudo más con su miedo y tembló violentamente, provocando un temblor en la bosta.

-¡Ah! Ya sé dónde estás –exclamó gozosa la garza. Y la bosta tembló fuertemente.

La garza se acercó. Con su largo pico tomó la lagartija, la sacudió bien para limpiarla, y se la comió.

Moraleja:

–          No todo el que te hiere lo hace para hacerte daño.

–          No todo el que te saca de la dificultad lo hace para hacerte un favor.

–          Cuando estés en peligro, quédate en el molde y no patalees, porque puede ser peor.

René J. Trossero