El fuego interior

 

En cada célula de nuestro cuerpo y en el mismísimo ADN de nuestra alma sentimos la dolorosa añoranza de alguien o algo que aún no conocemos, con un dolor que nos deja insatisfechos e inquietos. Nuestras vidas nos parecen demasiado pequeñas. Además (y ésta es la clave), todo eso es obra de Dios. Dios es la mano detrás de esta “intolerable camisa de llamas”, como dice T. S. Elliot. Nuestro fuego interior es consecuencia del modo en que hemos sido hechos por Dios: es decir, para que anhelemos lo infinito y nos sintamos insatisfechos con todo lo demás hasta que ese amor sea consumado.

Por eso, nuestro fuego interior no se extinguirá simplemente porque encontremos la pareja adecuada, el trabajo adecuado, el grupo de amigos adecuado o el reconocimiento adecuado. Siempre estaremos en llamas.

Cuando san Agustín exclama: “Nos has hecho para ti, Señor, y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en ti”, está señalando por qué Dios nos hizo de esta manera. Es la garantía de que nunca estaremos satisfechos con otra cosa que lo infinito y lo eterno.

El Adviento celebra el anhelo humano. No nos pide que lo neguemos sino que entremos en él, lo profundicemos y lo ensanchemos hasta lograr una metamorfosis.

El anhelo modela el alma de muchas maneras, particularmente ayudando a crear un espacio en nuestro interior donde Dios puede hacer. El anhelo nos conduce al establo de Belén. Prepara en nosotros un pesebre donde Dios puede nacer.

Ronald Rolheiser (omi)