
Las virtudes no surgen de manera natural y espontánea, sino que hay que desearlas y cultivarlas, día tras día.
Son como las plantas delicadas de un jardín, que necesitan de cuidados, tales como el riego y la protección contra las heladas y los insectos.
De manera similar, es necesario nutrir y proteger las virtudes que el Espíritu del Señor va desarrollando en la vida.
Entre las virtudes, yo encuentro que las más importantes son la humildad y la caridad, las cuales son necesarias para la paz interior y para las relaciones interpersonales armoniosas.
Santa Teresa de Ávila decía que la humildad y la caridad son como dos hermanas que siempre van juntas, si está una, también está la otra; y donde falta una, también su hermana estará ausente.
Estas virtudes son tan importantes, a tal punto que son madres de todas las demás virtudes.
Gustavo E. Jamut