
Hay quienes utilizan a los demás para sus propósitos, aun sin ser plenamente conscientes de ello.
Quienes quieren ser hombres y mujeres de Dios no pueden utilizar ni instrumentalizar a los demás.
Nunca olvides que el fin, por más grande y santo que parezca, no justifica los medios.
Recuerda que cada hombre y mujer, por más brillante u oscuro que parezca, por más santo o pecador que se presente, es un hijo de Dios y ha sido creado a su imagen, del mismo modo que tú has sido creado.
Si utilizas a otra persona para tu provecho y beneficio, o para alcanzar tus objetivos, estarás ofendiendo a su Padre del cielo.
Así como te gusta ser tratado por quienes te rodean, trata también a los demás.
Ten una recta intención hacia todos y busca el mayor bien para tus hermanos, y Dios sabrá bendecirte de una manera que ni siquiera puedes llegar a imaginar.
No trames el mal contra tu prójimo, mientras vive confiado junto a ti. Proverbios 3, 29